Calidad del aire interior: ¿cómo respirar con seguridad dentro de mi hogar?

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Picor de ojos, mucosidad, tos y estornudos, dificultad para respirar... parecen síntomas de alguna enfermedad invernal o de las temidas alergias primaverales, pero también pueden ser la consecuencia de respirar un aire de mala calidad en el interior de nuestras viviendas.

Tres datos que pueden ilustrar el problema:

  1. El ser humano respira más de 1.000 veces a la hora.
  2. La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce que el aire de los espacios interiores puede llegar a estar de cinco a diez veces más contaminado que el aire exterior.
  3. Cerca del 70% de los ciudadanos no ventila correctamente su hogar, superando el umbral de 1000 partes por millón –una concentración de CO2 de 800 ppm significa que aproximadamente el 1% del aire que respiras ya ha sido respirado previamente–, según recoge la guía “Edificios y Salud”.

La calidad del aire interior es un problema que afecta a un elevado número de personas en todo el mundo y que, en consecuencia, ha entrado por derecho propio en la agenda de la salud pública.

Los profesionales de la construcción, especialmente arquitectos y arquitectos técnicos, no pueden obviar este problema y a la hora de diseñar o rehabilitar un inmueble es imprescindible que tengan en cuenta aquellos aspectos o elementos que puedan mejorar el aire que se respira en el interior de los edificios.

¿De qué depende la calidad del aire interior?
La calidad del ambiente interior va a depender de varios aspectos:

  • Las actividades que se estén desarrollando en el exterior del edificio en cuestión.
  • Las actividades que se generen dentro del espacio habitado.
  • Los materiales empleados en la construcción y/o rehabilitación del espacio.

La norma UNE 171330-2, Calidad ambiental en interiores. Parte 2: Procedimientos de inspección de calidad ambiental interior señala cuáles son los agentes perjudiciales y los valores que deterioran la calidad del aire.

Entre los más habituales encontramos el monóxido de carbono (CO), el dióxido de azufre (SO2), las partículas en suspensión, el amianto, el ozono, los hongos y bacterias, los productos de uso doméstico, los óxidos de nitrógeno (No), el radón y los compuestos orgánicos volátiles (COVs). Estos son sustancias que se presentan en estado gaseoso en el ambiente, o bien tienden a evaporarse a temperatura ambiente (su temperatura de ebullición se encuentra entre 50 ºC y 260 ºC).

En altas concentraciones todos estos elementos pueden suponer serios daños para la salud –según la OMS, causan el 41% de las muertes en todo el mundo–, además de contribuir al Síndrome del Edificio Enfermo–, el cual, según la OMS, afecta a entre un 10% y un 30% de los ocupantesde los edificios.

¿Cómo se puede mejorar la calidad del aire interior?
La primera herramienta de la que dispone el profesional de la edificación para prevenir o mejorar la calidad del aire interior es la medición.

Realizar una monitorización y evaluación del edificio en su fase de uso (lo que no se mide, no se puede mejorar) para conocer el estado de la vivienda a lo largo de las diferentes fases del día y del uso que se da a los espacios. Por ejemplo, las concentraciones de CO2 en dormitorios suelen ser muy elevadas por la noche, durante el momento de dormir, mientras que a lo largo del día presentan concentraciones inferiores.

Si después de este análisis se detectase algún problema, se podría optar por la introducción de tecnología de prevención, como sensores y sistemas de ventilación natural o mecánica compatibles con los ahorros energéticos.

Tanto en obra nueva como en rehabilitación, a la hora de planificar el trabajo el profesional (arquitecto, arquitecto técnico o ingeniero) debe de prestar atención a la mejora de medidas pasivas en la envolvente del edificio (aislamiento, hermeticidad, ventilación cruzada...), así como los materiales empleados durante su construcción, apostando siempre por aquellos menos dañinos o con bajas emisiones de COVs.

Y, por supuesto, es imprescindible tomar conciencia sobre la importancia de ventilar en el hogar. No es necesario mantener las ventanas abiertas todo el día, pero sí realizar aperturas de unos 10 minutos para renovar el aire interior sin perder confort térmico. 




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